William Higinbotham, padre de los videojuegos y activista anti nuclear convencido, pero ante todo, un físico excepcional que con su invención generó la industria que a día de hoy nos enloquece y entusiasma a partes iguales. Bienvenidos a su historia.
El 25 de Octubre de 1910, un poquito antes de los dorados años veinte, veía la luz William A. Higinbotham en Estados Unidos. Enseguida sus gustos caminaron paralelos a la ciencia, demostrando una habilidad innata para el cálculo y para la comprensión de complicados teoremas físicos.
Enseguida, en los años 30, en el departamento de físicas aplicadas en la Universidad de Cornell, empezó a destacar por un dominio muy elevado de la electrónica, aprendiendo rápidamente las nuevas técnicas que más tarde verían culminado su proceso evolutivo con la Segunda Guerra Mundial. Por que, sí. Es momento de admitirlo, por mucho que nos duela, William Higinbotham tomó parte activa en el desenlace de la guerra.
Ese desenlace atómico y devastador que sin duda establece uno de los puntos más negros en la historia de la humanidad. A principio de los años cuarenta, el joven físico americano tuvo la oportunidad de su vida, entrar a formar parte del MiT y trabajar en un innovador sistema de Radar que más tarde sería utilizado en un avión llamado “Enola Gay” y que acarreaba en su interior una tragedia llamada “Little Boy”. Nunca pudo recuperarse de su participación en el “Proyecto Manhattan”. El mundo de la guerra perdió a un gran físico, pero el mundo de la paz ganó a un enérgico activista en contra de la proliferación nuclear.
Pero avancemos unos años, hasta la década de los cincuenta, es entonces cuando nuestro protagonista, ahora director de la División de Instrumentación del Laboratorio Nacional Brookheaven, decide crear algo, algo diferente y entretenido, con tal de amenizar las visitas que se producían los días de puertas abiertas al público.
Higinbotham había trabajado duramente con sistemas de radar, así que adaptar su tecnología básica y hacerla más jugable no le supuso demasiada complicación. Había nacido “Tennis for Two”, el primer videojuego electrónico que hacía las delicias de los visitantes al laboratorio y ayudaba a que “la crisis de los misiles” no estuviera en la mente de todos.
Estaba basado en un programa de cálculo de trayectorias que el ejercito americano usaba por aquella época. En concreto, se utilizó una llamada “Bouncing Ball”. El ordenador central estaba conectado a un osciloscopio y la visualización final representaba una pista de tenis desde un punto de vista horizontal, no vertical como el ‘Pong’. Como pista, una sencilla línea con una partición en su punto medio, como bola de juego, un punto azulado que trazaba trayectorias por la pantalla redondeada.
Se prepararon a su vez dos Joysticks, enormes mamotretos metálicos que mediante giros de su palanca central conseguían dar impulso a la pelota y así intentar marcar en campo contrario. Muchos de nosotros, hubiéramos dado cualquier cosa por estar allí y presenciar con nuestros ojos el inicio del motivo central que ocupa este blog, los videojuegos.
Pero lo bueno dura poco, y el invento de William Higinbotham, demasiado caro para cumplir tan sólo propósitos de entretenimiento, era desmantelado al cabo de dos años y sus piezas destinadas a menesteres más interesantes. Había muerto ‘Tennis for Two’, pero el daño ya estaba hecho. En muchos jóvenes que pasaron por aquel célebre laboratorio ya se había sembrado la semilla de los videojuegos y la industria, al cabo de unos años y de la mano de muchos de ellos, estaba lista para empezar a rodar.
El error de William radicó en que como todas las mentes brillantes, no fue capaz de medir el alcance de su invención, se concedió muy poca importancia y no patentó el primer juego de la historia. Por semejante descuido, mucho se ha discutido sobre si este ‘Tennis for Two’ es o no es el primer videojuego creado, y aunque lo cierto es que hubo antecedentes, la figura de Higinbotham es lo suficientemente romántica como para elegirlo como icono.
En 1952 apareció ‘OXO’, creado por Alexander S.Douglas como parte de su tesis doctoral para la Universidad de Cambridge, y que se basaba en un pequeño cruz y raya que se ejecutaba sobre el EDSAC, ese primer ordenador electrónico de tamaño descomunal, y que posibilitaba el jugar contra la máquina. Nunca salió del ambiente universitario, y si bien es cierto que adquirió cierta popularidad, no se puede decir que ejerciera una influencia decisiva en el mercado del ocio electrónico.
Y antes, en 1947, Thomas Goldsmith y Estle Ray Mann, patentaron un “sistema de entretenimiento sobre pantalla y tubo catódico” que jamás pasó de ser una patente sobre un papel.
Muchos se postularán contrarios a considerar a William Higinbotham como el padre de los videojuegos. Algunos creerán que es justo concederle el mérito a Alexander S.Douglas y otros apuntarán hacia ‘SpaceWar’ en 1962 como el primer título en hacer historia, y puede que tengan razón. Aunque yo, por mi parte, voy a estrecharle la mano al físico americano que, con la intención de hacer más llevadera una visita a un laboratorio, inventó un juego de ‘Tenis para Dos’
Señor Higinbotham, allá donde esté, descanse tranquilo. Contribuyó al caos, y aunque usted no se lo perdonó nunca, lo cierto es que posibilitó que muchos jóvenes, aún a día de hoy, pudieran experimentar las aventuras más maravillosas y así desconectar de esta maldita realidad. Señor Higinbotham, está en paz con el mundo.
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